Y de repente nos preguntamos, que es un artista. Aquel que rebaza toda línea divisoria entre técnicas, medios, soportes, expresiones. Es posible entonces que al referirse a lo que es un artista obtengamos como respuesta la figura de una persona que no solo pinta, sino que además cultiva otras áreas de la plástica. Carlos Romaguera tiene a su haber esa meta. Su caminar en el arte le propina esa necesidad de rebasar los límites de la pintura y tomar el proceso de experimentación como vorágine expresiva. Aquí el producto es inmaterial. Su enfoque no busca establecer lo bueno, lo malo, lo funcional o no. Su objetivo es luchar con el misticismo de las expresiones plásticas. Esto lo lleva pues a iniciarse en los caminos del grabado. Área en la cual no todo artista logra destacar, pero ciertamente es una muy retante y llama la atención de Romaguera. Este hace suya la técnica de la colografía para expresar su sentir acerca del origen de la vida. En sus grabados el espiral es un icono que cobra protagonismo central en las piezas creadas. El mismo es un símbolo de infinidad, hay un principio, pero el final es incierto y este punto es quizás el más importante a resaltar en el grabado de Romaguera, donde los colores complementarios son los que en su mayoría dan vida a este juego de cuestionamientos existenciales que quiere presentar a consideración del espectador el artista. Como comunicador atemporal, Romaguera no solo busca resolver ese maravilloso misterio del origen de la vida, sino dejar su huella en la diversidad de expresiones plásticas, explorando sus espacios internos.